El uso de móviles e inalámbricos en jóvenes no se relaciona con más riesgo de tumores cerebrales

El estudio internacional MOBI-Kids, que ha analizado la relación entre el uso de teléfonos móviles y fijos inalámbricos y el riesgo de sufrir tumores cerebrales en jóvenes, no ha hallado una asociación causal tras analizar la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia (RF) y frecuencia extremadamente baja (ELF).

El trabajo se propuso analizar ese posible vínculo basándose en datos de cerca de 900 jóvenes de entre 10 a 24 años con tumores cerebrales –la mayoría de tipo neuroepitelial, principalmente glioma– que compararon con 1.900 controles de 14 países diferentes, que coincidían con los casos en la fecha del diagnóstico, la región de estudio, el sexo y la edad. Para asegurar una participación suficiente, los controles reclutados en el estudio fueron hospitalarios (personas operadas de apendicitis).

Los participantes rellenaron un detallado cuestionario sobre el historial de uso de dispositivos inalámbricos. Sus progenitores también completaron otro sobre exposiciones anteriores a la concepción, durante el embarazo y en el primer año de vida. Para evaluar la calidad de los datos, se realizaron varios subestudios metodológicos de validación, para obtener registros de las operadoras de telefonía móvil para comparar el número y la duración de las llamadas con los reportados en el cuestionario; en el segundo estudio, se pidió instalar una aplicación en el teléfono para registrar su uso real durante cuatro semanas. Por otra parte, se calculó el nivel de exposición a RF y ELF de los teléfonos utilizando algoritmos desarrollados en MOBI-Kids.

Los resultados, publicados en la revista ‘Environment International’, no proporcionan evidencia de una asociación causal entre el uso de teléfonos inalámbricos y los tumores cerebrales en personas jóvenes.

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Aunque globalmente los datos analizados sugieren que el riesgo de sufrir tumores cerebrales podría disminuir con un mayor uso de teléfonos inalámbricos, “es poco probable que estos hallazgos representen un efecto preventivo de la exposición a estos teléfonos”, argumenta Gemma Castaño, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio. En cambio, estos resultados parecen explicarse principalmente “por la incertidumbre en el uso reportado cuando no son los propios casos o controles que contestan la entrevista, sino las madres o los padres, y también los síntomas del cáncer antes del diagnóstico pueden afectar el uso del teléfono móvil de los casos”, añade.

“Actualmente, no hay evidencia científica concluyente de que los niveles de radiaciones emitidos por teléfonos móviles puedan aumentar el riesgo de cáncer cerebral, por lo que nuestros resultados son consistentes con el conocimiento publicado hasta la fecha”, concluye Elisabeth Cardis, coordinadora del estudio y jefa del programa de Radiación de ISGlobal.

ESTRÉS OXIDATIVO

Sin embargo, estudios recientes realizados en animales y células han informado de un aumento del estrés oxidativo relacionado con las radiaciones emitidas por los teléfonos, así como posibles efectos sobre la genotoxicidad y la expresión génica. Dos grandes investigaciones con animales mostraron un mayor riesgo de ‘schwannomas’ cardíacos y de tumores en células del tejido nervioso.

Un posible mecanismo por el cual las radiofrecuencias podrían afectar el riesgo de cáncer es en la promoción o progresión de tumores, posiblemente acelerando así una aparición que de otro modo habría ocurrido más tarde. “Son necesarios más estudios para comprender la relación entre las radiaciones de los dispositivos de comunicación y los tumores, y en esta línea se están realizando actualmente diversas investigaciones para comprender estos resultados y los posibles mecanismos biológicos de las radiofrecuencias que emiten los teléfonos”, señala Cardis.

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La investigación ha sido financiada por la Comisión Europea y por fuentes de financiación nacionales y regionales de los países participantes. En España han participado el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) –coordinación– Instituto de Salud Carlos III, la Universidad de Huelva y Universidad de Valencia.

(SERVIMEDIA)